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Nuestro método
Nuestra metodología de trabajo se funda sobre principios que creemos son fundamentales para satisfacer a todos nuestros clientes, o sea:
LA COMPETENCIA DE LOS TRADUCTORES, QUE HAY QUE SER:
Competencia lingüística: el traductor tiene que traducir hacia su madre lengua, porque sólo así es posible obtener un texto traducido que tenga la misma fluidez del de partida.
Éste es un parámetro que valoramos porque a la hora de traducir un texto resulta muy importante respetar no sólo el significado, sino también la forma y el estilo. Todos estos elementos suelen variar en el pasaje desde un idioma hacia otro y, de vez en cuando, pueden estar sujetos a variaciones mínimas, tanto que sólo una persona que habla y escribe en esa lengua, desde que ha nacido, puede entender.
Competencia técnica: significa comprender lo que se va leyendo y elegir, entre otras, la palabra más adecuada para exprimir un concepto de la forma más clara.
Para traducir un texto no es suficiente una búsqueda de palabras en el diccionario, sino que hay que entender lo que está escrito en una lengua para escribirlo sucesivamente en otra diferente. De hecho, hay palabras que asumen significados diferentes según el contexto en el cual recurren. Por lo tanto, la actividad de traducir supone la perfecta comprensión de un texto, desde un punto de vista tanto lingüístico como técnico.
Sin una adecuada comprensión, se tendrá como producto una traducción “literal” que puede resultar ridícula y, en los casos más graves, podrá generar malentendidos. Por eso va a ser muy importante seleccionar traductores profesionales.
LA COMUNICACCION CON EL CLIENTE es otro elemento que valoramos, en cuanto nos permite:
Establecer el tiempo necesario para la entrega un trabajo por medio de un análisis del texto que sirve para averiguar su longitud y el nivel de especificidad;
Presentar un presupuesto gratuito según las exigencias del cliente: fecha de entrega, tipología textual y largueza del texto;
Conocer otras exigencias del cliente, como, por ejemplo:
respetar la formación del texto original (gráficos, tablas, etc.);
respetar la coherencia terminológica, eligiendo de forma exacta el termino más adecuado al contexto;
respetar el estilo, eligiendo lo más adecuado según el propósito textual y su destinatario.